MIGUEL SAVAGE - Historias que merecen ser contadas
Vivimos en un mundo globalizado y cambiante, donde la velocidad con la que ocurren los hechos es cada vez mayor. Vivimos sumidos
en una vorágine de situaciones en las que "el día a día" consume
gran parte de nuestro tiempo y nos impide encontrar el momento
para prestarle atención a aquellas cosas que son realmente
importantes. Entre nosotros existen personas que tienen historias
de vida maravillosas para contar, pero muchas veces no queremos
escucharlas. Por tal motivo, queríamos tomarnos ese tiempo, y el
espacio necesario para transmitir a nuestros lectores, algunas de
estas historias que creemos merecen ser contadas.
En esta oportunidad, contamos con la participación de Miguel
Savage, un sobreviviente de la guerra de Malvinas, quien nos
brinda un mensaje de esperanza y superación personal a través
del relato de su vida.
"Estoy en mi pozo en las ondulaciones inferiores de Monte Longdon el día 12 de junio de 1982. Los ingleses ya tomaron la cima, y los próximos argentinos
somos nosotros. Toneladas de hierro caliente llueven
del cielo. Está amaneciendo. Nos metemos en un pozo construido para 3 personas y terminamos como
7 soldados allí. Es todo dantesco. La temperatura es
bajísima.
Tenemos dos muertos afuera. Roberto, mi
compañero, paralizado de la cintura para abajo por el
dolor de las esquirlas que le entraron a la altura de la
cadera, producto de un explosivo que cae a un metro
nuestro. El sonido de los silbidos y la aceleración final
de los proyectiles de mortero británicos son estremecedores.
Las metrallas se incrustan como cuchillos calientes en las paredes de turba y gran cantidad de
vapor se desprende de ellas. Otros perdigones que
pegan contra rocas cercanas, producen un campaneo
metálico. Parece un terremoto. Todo tiembla violentamente
a cada impacto. Yo rezo el Rosario a los gritos
entre el bombardeo, y siento que no hay salida, mi
cuerpo tiembla descontroladamente, siento que me voy
de este mundo. Me aferro con todas mis fuerzas a Dios
y a los recuerdos más dulces de mi niñez. Me vienen
imágenes en cámara lenta de momentos hermosos de
mi infancia junto a mi madre y mi abuela. Intento con mi
casco hacer más hondo el pozo haciendo presión contra
la pared de turba, transformado en una especie de
taladro humano. De repente y entre todo ese estruendo
escucho mi celular. Atiendo. Y siento la voz del gerente
del Banco: ¬"¡Miguel! Tenés demasiados cheques
rechazados….te voy a tener que cerrar la cuenta…." Le
grito también entre bomba y bomba: -"¡esperame que
estoy en Malvinas….no puedo ir ahora…termino de
combatir y voy! Además, viejo…. ¡estoy peleando por
Ustedes….por la Patria! " -"Acá no hay Patria que valga,
Miguel….te aviso que te estoy cerrando la cuenta….
vení a fi rmar…. " -"Nooooo!" grito… Cae un bombazo
casi encima del pozo…."
Miguel Savage despierta en su casa en Venado Tuerto
y agradece, mientras recupera la respiración, estar
en su cama y no en aquella trinchera. Es que como a
tantos otros argentinos, la crisis de diciembre de 2001
lo ha alcanzado y no llegó sola. El temor a perder todo
aquello que había construido con el esfuerzo de años
reavivó sus peores recuerdos: " A fi nes de 2001, entré en un estado de estrés y ansiedad muy grande y tuve
en ese momento mi primera pesadilla de combate real." |
Miguel es un sobreviviente que supo sobrellevar la dura
experiencia que le tocó vivir con la mayor entereza y así también ha sabido sortear los embates de la crisis y ver realizado
su proyecto personal.
¿Como fue la vuelta a casa y la reinserción con el mundo
laboral?
Los primeros días en casa fueron increíbles. Entré en un
estado que yo llamo euforia del sobreviviente. Me despertaba
temprano para disfrutar el día, iba a visitar a amigos. Los
que me venían a visitar con la idea de encontrar a alguien
depresivo y resentido, se encontraban con un fl aquito lleno
de alegría y energía. En dos meses me había conectado
con mi esencia y estaba con una madurez increíble. Pero a la vez me sentía solo, necesitaba hablar, pero la gente
no quería escuchar. Por eso me lo guardé todo. Primero
intenté volver a estudiar, pero me di cuenta que había perdido
la concentración, no podía leer, me desconcentraba
fácilmente. Intenté buscar trabajo, mi condición de angloargentino,
bien educado con un inglés perfecto, pensé que
le podía llegar a interesar a cualquier empresa de importación
o exportación. Pero el haber participado de la guerra,
me marginó de la posibilidad de ser contratado en varias
oportunidades y me di cuenta de que debía ocultarlo.
¿Qué hiciste entonces?
Igual que en Malvinas, supe que no tenía que depender de
nadie para sobrevivir. Después de trabajar 6 años con mi
padre como vendedor viajante representante de una fábrica
de chapas, me fui a Venado Tuerto, Santa Fe, sin un mango
y me alquilé un galpón. Me fui con 5000 dólares y una bicicleta.
Lo único que me mandaron fue un camión de chapas
fi ado para que vendiera y nada más. No conocía a nadie en
el pueblo, puse un aviso en el diario y así arranque. Empecé a vender y vender. Hoy tengo una empresa, de artículos
siderúrgicos y materiales para el agro y la construcción.
En el 2001 estuve a punto de perder todo este negocio que
había empezado de la nada. Se cortó la cadena de pagos,
mis clientes y amigos de un día para el otro me dijeron que
no me podían pagar más.
Hoy tengo todo lo que necesito, vivo en Venado en una
chacra en el medio del campo. Nunca fui una persona
muy materialista, eso lo aprendí en Malvinas, vivo bien.
Me levanto todos los días para nadar, salgo a correr por el
campo, disfruto de mis hijos y mi señora. Soy feliz.
¿Cuál es el mensaje que quisieras transmitirle a los lectores
de la revista?
Yo quisiera transmitir aunque sea un pequeño porcentaje
de esa euforia del sobreviviente que yo traje al volver de la guerra. Yo no me considero "ex combatiente", ni "veterano
de guerra", esos son rótulos que me puso la sociedad, yo
soy un "sobreviviente", con todo lo hermoso y lo profundo
de ese término. Y la conciencia de esa "sobrevida" es mi
principal fortaleza. Si yo puedo transmitir esa fortaleza a
la gente, esa euforia de vivir y que disfruten de las cosas
simples sin tener que sufrir una tragedia como la que viví yo, ya con eso me doy por satisfecho.
CONSTRUYENDO PUENTES
Durante la guerra Miguel encabezó junto con otros compañeros una misión de reconocimiento a una estancia de las
islas. En aquella estancia encontró un pullover que, según él, le salvo la vida. "Encontré un pullover inglés lindísimo
que me llamó la atención. Me lo puse en la nariz y sentí el olor a perfume, a limpio y me hizo recordar la ropa de mi
casa, me conecté con los recuerdos de mi infancia. Me puse el pullover y mientras me lo ponía sentía una presencia
en la casa que me decía que me lo lleve, que iba a sobrevivir, que ya faltaba poco para que terminara el sufrimiento
que estaba viviendo. Me encontré en un estado de ensueño, aquel pullover logró abstraerme de ese estado de
abandono terminal. Lo llevé puesto hasta que fi nalizó la guerra."
En el año 2006, Miguel volvió a las islas como protagonista del documental italiano "Con la mano de Dios". "25
años después visité la misma estancia y tuve la oportunidad de devolvérselo a una de las hijas del dueño. Ese
hecho personal y desinteresado se terminó convirtiendo para la gente local, en uno de los gestos argentinos más
importantes después de la guerra. Cuando volvíamos de la estancia en la camioneta uno de los kelpers que nos
acompañó me dijo algo muy lindo: Mike, estás construyendo puentes".
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