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RESPONSABILIDAD SOCIAL EMPRESARIA - MARZO 2012 NOTAS RELACIONADAS

 

Un techo para mi pais

 

Cambiar el mundo, una casa a la vez

La organización Un Techo Para Mi País lleva 15 años reclutando voluntarios para la construcción de casas de emergencia y la puesta en práctica de planes de rehabilitación social. Llevada adelante principalmente por jóvenes, su meta mayor es tan grande como loable: lograr que cada familia del país tenga un techo digno y sea, a la vez, promotora del cambio de su propia realidad.

Todos, a cierta edad en la vida, creemos que podemos cambiar el mundo. La gran diferencia radica, sin embargo, en qué es lo que se hace con aquél deseo de juventud. Así, hay quienes se ponen el proyecto al hombro pero abandonan al tiempo, decepcionados, quienes deciden esconderlo bajo el paso de los años y quienes, muy por el contrario, deciden encarnarlo como forma y motor de vida. Tal como sostiene la famosa frase del dramaturgo Bertol Brecht, “Hay hombres que luchan un día y son buenos, hay otros que luchan un año y son mejores, y hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida, y esos son los imprescindibles”. Y precisamente en este último grupo de esperanzados y esenciales se cuentan quienes componen Un Techo Para Mi País.

Nacida en 1997 a instancias de un grupo de alumnos de una universidad chilena que construyó una capilla en el pueblo de Curanilahue y sintió la necesidad de denunciar la situación de extrema pobreza en la que viven millones de personas, esta organización está por cumplir 15 años proveyendo casas a familias en situación de emergencia social. Con representación en 19 países, la labor de UTPMP (tal su abreviación) se caracteriza por desligarse del asistencialismo para convertirse en una herramienta que se brinda, posibilitándole al beneficiario el progreso por sus propios medios. En la Argentina, su trabajo data del 2003, cuando nació el primer centro en Córdoba. Desde entonces a hoy, el camino recorrido ha sido tan largo como provechoso. “En el 2011, construimos cerca de 1800 casas, y en la actualidad estamos presentes también en Buenos Aires, Salta, Río Cuarto, Misiones y Neuquén”, explica María Luro, Directora de Desarrollo de Recursos. Ella e Ignacio Pinto, Director Regional de la organización, fueron nuestros interlocutores para hablar de este proyecto que logró convertir idealismo en realidad.

 

¿Cómo explicarían el funcionamiento del sistema de UTPMP?

Ignacio: Tenemos tres niveles de acción. El primero es la construcción de viviendas de emergencia, que atiende una necesidad urgente. Hay gente viviendo entre chapa y cartón, de una manera demasiado indigna, y nosotros, a partir del trabajo de voluntarios y de los mismos futuros habitantes, les proveemos una casa. Nuestro trabajo radica en la organización comunitaria en los barrios, generando liderazgos válidos en asentamientos a partir de asambleas y de distintas instancias democráticas. Trabajamos, también en los ejes de trabajo con microcréditos y capacitación de oficios básicos. La idea es que se puedan profesionalizar cada vez más sin impacto en el ingreso. Entonces trabajamos, por un lado, con los chicos, enseñándoles valores a través de los juegos y apoyo escolar. Y por el otro, también se trabaja con planes de salud. Al igual que en la construcción, se trabaja horizontalmente y se busca dar herramientas y fortalecer capacidades para que los mismos vecinos generen el cambio.
María: El modelo busca la participación de las familias. En el caso de la construcción, se comprotemen con el proyecto desde la asignación de la vivienda, pagando un porcentaje del valor de una casa, que suele ser el 10%. Realizamos un trabajo en conjunto con intercambios y acompañamientos, pero buscando que sean ellos los agentes de cambio de la realidad en la que se encuentran.

 

¿Con qué parámetro eligen los lugares dónde construyen?

María: En los inicios se dio por el boca en boca, a partir de ver asentamientos con cantidad de familias en estado de urgencia habitacional. Pero en el 2011 realizamos un rastrillaje en todo el gran Buenos Aires y Córdoba, lo cual nos da información real de la cantidad de asentamientos y familias con necesidades que existen. También nos resulta muy interesante trabajar con las municipalidades.
Ignacio: Tratamos de elaborar cada 2 años un índice de asentamientos. Porque según las últimas cifras, el 4% de la población está en la indigencia. Nuestra idea es que se hable de estos asentamientos y orientar la generación de políticas públicas sobre estos temas. Hoy existen políticas de vivienda transmitidas a través de diversos organismos, pero no esa focalización. Y nosotros queremos presentar esos problemas a la sociedad.

 

¿Cómo se hace para ser voluntario?

Ignacio: Sólo deben anotarse. La mayoría lo hace para ir a construir, que implica estar un fin de semana martilleando en un asentamiento. Luego, los invitamos a nuestro centro y les explicamos nuestras opciones de voluntariado. Allí cada uno puede elegir, de acuerdo al tiempo y ganas que quiere y puede dedicarle. El comienzo es un despertar a otra realidad: te invitamos a algo entretenido como construir, a algo gratificante como es ayudar a otro, y a algo puntual, que dura un fin de semana. Y nuestra apuesta es a qué porcentaje de todos esos voluntarios podemos sumar al trabajo estable en los asentamientos. Hoy somos 1500 y trabajamos un promedio de 10 horas por semana, con un rango de edades de entre 18 y 25 años.

 

¿Y cuál es efectivamente ese porcentaje de chicos que vuelven?

Ignacio: Alrededor de un 10%. Pero también hay quienes se fidelizan con la construcción. Hay “fanáticos del martillo”, que primero fueron a construir 5 veces y recién entonces piensan en hacer alguna otra tarea dentro de la organización…

 

¿Cuál creen que fue su fórmula para atraer tanto a los jóvenes, algo no tan común en este tipo de organizaciones?

Ignacio: Creo que vinimos a resolver la oferta de una demanda insatisfecha, porque esa necesidad estaba. Por otro lado, construir una casa es algo concreto, que permite ayudar con un hecho puntual y físico. Y finalmente, creo que es importante que nuestro trabajo sea apartidario y apolítico. Así llegamos a mucha gente a la que no le interesa ideologizarse.
María: Los jóvenes tambien se movilizan más. Ven una realidad social que no les gusta, y tienen la reacción de querer cambiarla. Acá realmente se ven los cambios, y ahí se despierta el compromiso.

 

También tienen el apoyo de empresas, no sólo en fondos sino en voluntariado. ¿Cómo es esa aproximación?

Ignacio: Parte de nuestra misión es involucrar a todos los sectores de la sociedad en la erradicación de los asentamientos informales. Por eso, estamos relacionados con municipios y con empresas, y estas últimas son nuestra principal fuente de financiamiento. Para ellos generamos el plan del voluntario corporativo, que construye durante dos días.
María: En el 2011 se construyeron más de 260 casas con empleados de empresas. Eso implica una gran cantidad de voluntarios, porque cada casa involucra entre 8 y 10 personas. Entonces, más de 2500 empleados han pasado por un barrio. Son actividades que rompen paradigmas, porque son personas que en el día normal están encerrados en una oficina, y hacer este trabajo les resulta muy movilizante. A nosotros nos encanta que las empresas nos conozcan, y que sepan que no necesariamente pedimos una donación en efectivo, sino que pueden brindar una colaboración más activa.

 

¿Qué empresas han colaborado, por ejemplo?

Ignacio: En la construcción, muchas. Banco Hipotecario, Banco Santander, Molinos Río de la Plata, Easy, Nestlé, Banco Patagonia, Banco Macro… Esos son los que mayor cantidad de casas han construido.
María: Pero en las 260 casas del 2011 trabajaron más de 70 empresas. Es que también hay empresas que construyen una o dos casas, porque son pymes y no cuentan con tantos recursos.

 

Son una ONG, ¿pero tienen algún tipo de relación con el gobierno?

Ignacio: En ocasiones hemos trabajado con ellos. En Quilmes, por ejemplo, nos pidieron que trabajáramos con un cierto asentamiento. En general no tenemos ningún tipo de financiamiento estatal, porque cuidamos mucho el sentirnos cómodos y que el día de mañana no se hable de “las casas que construyó el municipio” y sólo sea un puntal a la política partidaria. De hecho, muchas veces hasta dificulta la organización comunitaria… En La Matanza, por ejemplo, nos cuesta organizar a la gente porque están cansados de que les hagan promesas y después no se cumplan.
María: Nuestro trabajo en los barrios es incluso claro para las familias, porque en apenas 2 días de construcción ven adónde ha ido ese 10% que ellos aportaron.

 

¿Qué objetivos tienen para los años venideros?

María: Como meta en construcción de viviendas, queremos construir 2500 en el 2012. Y también queremos llegar a Mendoza, Rosario y Tucumán.
Ignacio: En cuanto a habilitación social, estamos trabajando con microcréditos. En el 2011 entregamos 800, que capacitan a personas en oficios. La idea es seguir fortaleciendo las comunidades en las que trabajamos, que puedan surgir vecinos validados y que sean ellos mismos los que puedan ejercer sus derechos.

 

Son una organización con bastante presencia en los medios, a través de campañas interesantes, como por ejemplo el asentamiento de una casa suspendida en plena 9 de julio. ¿Cómo manejan su perfil?

María: Buscamos este posicionamiento comercial para ser una de las primeras organizaciones que a uno se le ocurre para destinar sus fondos. Somos una organización que busca la masividad porque estamos viendo una realidad que es masiva y urgente, por eso constantemente necesitamos hacer ruido. Nos interesa que las empresas se sumen a nuestro programa. La experiencia más concreta es invitarlos a construir, pero a lo largo del año también hay otras actividades para sumarse. Creemos que la organización aporta valores importantes para una empresa que quiera ser socialmente responsable.

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