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PERSONAJES DE LA CULTURA - AGOSTO 2011 VER MAS PERSONAJES

Sessa

Aldo Sessa - La Búsqueda Constante

El reconocido fotógrafo y retratista nos recibió en su estudio y realizó un raconto de lujo sobre los caminos de su vocación. Anécdotas, repasos y vericuetos de la historia de un artista que ha encontrado en Buenos Aires una de sus mayores fuentes de inspiración.

Entrar al universo Sessa es similar a ingresar en el tren de los recuerdos. Conforme la charla avanza, ciertas preguntas retrotraen al fotógrafo a particulares fotos y momentos. Como chispazos, cada una de sus instantáneas puede leerse como una porción de su pasado. "Puedo hacer miles de fotos y puede pasar medio siglo, pero cuando veo un negativo me acuerdo hasta el olor del aire en ese momento y es como si volviera a estar en el mismo lugar", ilustra.
Reconocido como el más grande fotógrafo argentino, el arte de Aldo Sessa, sin embargo, comenzó a expresarse con la pintura, de la mano de una madre que a sus 7 años lo llevaba consigo a sus clases de escultura. Allí comenzó a delinear sus primeros pasos, que a los 12 lo llevaron a inscribirse en un taller de pintura y a los 13 a exponer con su clase en la galería Müller. "Era muy libre y feliz con esa vida de arte", evoca Sessa, quien de hecho recuerda pintar frescos en las paredes de su cuarto con el total permiso de sus padres. En paralelo, sin embargo, comenzaba a gestarse su acercamiento a la fotografía. Con un abuelo fundador de los estudios de cine Alex, aquel era un rubro muy conocido en su casa. "Pero justamente, la fotografía estaba tan a mano que nunca pensé en tomarla", ilustra. Empero, cuando a los 17 años un amigo le prestó su máquina y Aldo sacó su primer rollo completo, la suerte estaba echada: una foto de una mujer de espaldas, con sombrero, enmarcada en la luz y el clima más perfectos, presagiaba un destino firmado. "El resto del rollo era pésimo, pero hoy miro esa foto y pienso que podría haberla sacado ayer", cuenta.

¿Era bueno en la pintura?

Después pinté profesionalmente, así que asumo que sí. Durante muchos años lo hice en paralelo a la fotografía, estuve contratado por la galería Bonino. Siempre dije que la pintura era mi estado cóncavo y la fotografía mi espacio convexo, porque en la primera uno se mete hacia adentro. Haciendo ambas cosas encontré un equilibrio, pero no duró mucho. La pintura te vuelve loco, te desconectás del mundo a niveles increíbles.

¿Le exigía mucha entrega?

Demasiada. Y me encanta, pero no puedo. Sin embargo, casi todo lo que hago hoy debo explicarlo primero con un lápiz y un papel. Para mí la comparación es la siguiente: la fotografía es escribir en prosa, porque yo veo algo y saco innumerable cantidad de fotos. En cambio, en la pintura, uno se expresa con telegramas. Porque aún si trabajara como un burro, en un año no llegaría a pintar más de 25 cuadros, en tanto puedo hacer 18 millones de fotos. La fotografía es un arte muy dinamizante y atractivo, porque además uno es dueño de un tesoro, en tanto se posesiona del alma de mucha gente. Como dicen los indios, ¿no?

¿Nota etapas marcadas en su trabajo?

Sí. Yo encaré la fotografía como un actor de teatro que va interpretando una obra hasta que se acaba y después comienza a estudiar la próxima. Por ejemplo, estuve del '82 al '87 haciendo fotos del Teatro Colón como fotógrafo oficial de sus libros anuales. Luego me apasioné con los gauchos, después con el tango y más tarde con la ciudad… Dejás muchos amores en el camino y volvés a muchos lugares a ver qué pasó. Puedo hacer miles de fotos y puede pasar medio siglo, pero cuando veo un negativo me acuerdo hasta el olor del aire en ese momento y es como si volviera a estar en el mismo lugar.

¿Cuándo sabe que una foto es buena?

Lo siento en el momento. Lo he sentido también con el paso de los años sobre cosas que hice. Vas cambiando tu criterio de edición y tu gusto. Como produje una obra descomunal cuantitativamente, el tiempo me ha impedido profundizar mucho en el pasado. Entonces, en mi visión rápida estoy con las motivaciones del momento, que son como el estado de ánimo. Hay fotos que saqué y no miré nunca más y al encontrarlas después me encantaron. Cambiás la mirada. Se vuelve más benévola, más sentimental… Después, con el tiempo, vas dándote cuenta que en realidad vas armando colecciones de las cosas que te obsesionan.

¿Buenos Aires ha sido muy fuerte como factor de inspiración?

Sí, muy. Pero ha cambiado mucho… Manucho [n de la r: Manuel Mujica Láinez] decía que le parecía muy bien la evolución de lo moderno, pero que le tenía mucho miedo a lo modernoso y lo modernete. Hacer una mala arquitectura es imperdonable, pero en este momento sucede. Hay muchas cosas que han evolucionado para mal, y no hay una formación de preservación ni en las autoridades ni en el ciudadano. Pero la observación sobre la ciudad y su evolución es un tema fijo, tengo el ojo avizor permanente. Controlo árboles, casas, hablo con la gente y defiendo todo lo que puedo. Estoy involucrado en muchas cuestiones vinculadas a la ciudad, la quiero entrañablemente y jamás dejo de sacarle fotos.

¿En qué etapa están ahora sus fotos?

Estoy tratando de ordenar mi archivo del Barrio Sur. Siempre fue un gran campo de acción, porque empecé mi carrera yendo mucho a La Boca. Ahora quiero juntar todo ese material inconmensurable. Estoy haciendo copias muy exquisitas de mi labor en esos rumbos.

¿Cuánto trabajo hay de campo y cuánto en el laboratorio?

Soy rápido para fotografiar, pero ya no paso tanto tiempo en el laboratorio. Tengo un maestro impresor y entro a controlar cada prueba. También hay mucho trabajo en la computadora, porque soy muy celoso de la impresión. Soy muy obsesivo tanto con mis copias como con la reproducción digital y gráfica, porque si no sos muy cuidadoso perdés mucha calidad.

¿Tiene una rutina de trabajo?

Sí, se te arma una rutina. Estoy muchas horas dentro de mi estudio, adonde llego a las 9:30 de la mañana y me quedo hasta las 10 de la noche. Mi cabeza está todo el día trabajando en esto.

¿Y sigue disfrutándolo tanto como al principio?

Sí. Si bien hay cosas que me perturban, como las cuestiones burocráticas y los compromisos, la vida es así. Hay muchas inauguraciones, muchos amigos y mucho evento protocolar. Cuando viajo también tengo compromisos y debo ir esquivando algunos encuentros. Pero he sintetizado mucho mi vida a grupos reducidos de amigos entrañables, la familia y las fotos. Esas son las tres cosas que me ocupan.

¿Cuál diría que es la clave de su éxito?

Porque fotógrafos hay muchos pero Aldo Sessa hay uno solo…
Nunca lo pensé, porque creo que lo más importante del arte es su naturalidad. El artista debe descubrir cómo crear de acuerdo a su esencia. Debe poder ponerle un sello propio, crear una forma de ver y que se estabilicen la mirada, interés y sentimientos en la imagen. Y ahora, en perspectiva, cuando miro mis fotos de los primeros años, encuentro una identidad absoluta con el primer rollo. Probablemente lo hago mejor, pero mis objetivos siguen siendo los mismos. He sido consecuente con mi forma de ver y aporté mi visión personal. No me resulta una gran satisfacción que me digan que soy un genio ni el mejor, porque no creo que esa categoría exista; me alcanza con sentir que soy honesto con lo que hago. Cada día que salgo con una cámara y sueño con hacer una gran foto debo poner los mismos mecanismos de atención y concentración que al principio. Es una búsqueda de toda la vida y el desafío es todos los días uno nuevo. Yo sólo soy un tipo con una máquina en la mano.

Historias detrás del flash

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