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MANAGEMENT - JULIO 2012 VOLVER

Bulat

¿Al management le falta cultura?

La vida, en su concepto más abstracto, se está convirtiendo en algo demasiado rígido, con reglas impartidas por unos pocos, donde cada año se incorporan mayor número de jugadores, y lo que prevalece en este juego es el resultado: el que gana es el mejor y el que pierde la pasa mal. Somos resultadistas y, en función a ese análisis, creamos esquemas, copiamos conceptos y repetimos frases, como suele suceder en entrevistas deportivas, donde previamente ya conocemos las preguntas del cronista de turno y las respuestas “aceptadas” para la ocasión. Y así, sin darnos cuenta, nos “clonamos” aceptando que hay una única manera de hacer las cosas, donde están los buenos y los villanos, todo en un período de corto plazo, ya que cuando analizamos la historia y el contexto vemos que los roles se intercambian con absoluta facilidad y lo que nos parecía el marco adecuado, ya no sirve y la tipología del triunfador cambió su esencia.
Todo es vertiginoso: “no piense, actúe” sería la consigna del director técnico, y la adaptación a esos cambios se convierte en una competencia más importante a la capacidad técnica que surge de la inteligencia en sus múltiples expresiones desarrollada a través de la experiencia.

Si usted cree que estoy hablando en el ámbito deportivo se equivoca, me refiero a toda manifestación social que se traduce en aspectos laborales, políticos e institucionales donde se fijan pautas de conducta que después son internalizadas y conforman la cultura de un país, una empresa e incluso una familia y rigen el destino de quienes lo toman como patrón de referencia en su estilo de vida.

En este vértigo que sigue el ritmo del avance tecnológico pareciera que el éxito, expresado en términos de acumulación de valor (fundamentalmente activos, títulos, status, etc.) es un fin en si mismo, por lo cual aquellos VALORES que son los que sustentan y direccionan la visión de nuestra propia identidad como personas, empresas y países, se encuentran en crisis.

Lamentablemente lo vemos en el contexto que nos rodea, ya sea el mundo, cada día más convulsionado, donde aquello que parecía inalterable y el modelo a seguir se convirtió en algo objetable y de difícil aceptación moral (recordemos casos de colapso financiero desde el 2009 donde la construcción de poder económico y sinónimo de éxito no tenia su contrapartida en valores sustentables). Repasemos nuestro querido país donde las instituciones políticas, gremiales, empresarias, y aquellas que constituyen las fuerzas vivas de una comunidad, se manejan con criterios personalistas y falsos liderazgos sin importar el bien común y potencian  a  “Cambalache” como el nuevo himno nacional… al menos Discépolo no tenia la hipocresía de repartir escarapelas celestes y blancas.

Cuando uno analiza este tipo de fenómenos necesariamente requiere volver a las bases que hicieron y harán grande un país, una institución y una empresa, y si bien no podemos o nos cuesta “influenciar” desde nuestro lugar de ciudadanos en la construcción de un país, al menos aquellos que tenemos la responsabilidad empresaria, comencemos a hacerlo en nuestro ámbito laboral y, más aún, si somos creíbles como líderes.

La educación académica no necesariamente es sinónimo de cultura. La cultura es la manera de hacer las cosas que, a través de la repetición, se convierte en hábito que puede ser saludable o no, si, por ejemplo, somos coherentes entre lo que decimos y hacemos, será más creíble y se podrá construir mucho mejor. Nuestros hijos, los ciudadanos y los empleados de una empresa valoran la verdad porque la viven, no es posible mostrar una realidad desde los números, por ejemplo, que no se comparece con la realidad, eso es mentir y cuando la mentira se hace hábito también conforma cultura. Si queremos realmente ejercer lo que tanto se declama como “Responsabilidad Social Empresaria” empecemos dentro de nuestras empresas a ejercitar los valores que, en la mayoría de los casos, forman parte de un acta de compromiso de sus directivos. Ser coherente entre lo que decimos y lo que hacemos tiene la fuerza de la credibilidad y, para empezar, no es poco, ya que constituye un hecho cultural que sirve de plataforma para cualquier proceso de cambio sustentable, un término que últimamente se usa con demasiada liviandad…
   

 

Lic. Eduardo G. Brunetti
Presidente
CIO - Consultoría Integral Operativa

 

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