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PERSONAJES DE LA CULTURA - ABRIL 2011 VER MAS PERSONAJES
Clorindo Testa

Juan C. Pallarols "una vida de pasión "

Juan Carlos Pallarols no sólo es uno de los mejores orfebres del mundo, sino también un hombre que entiende al trabajo como la extensión lógica del disfrute de la vida. Bajo ese precepto lleva adelante una empresa de tradición familiar donde las premisas son la pasión, la vocación y la comunicación permanente con su equipo y su público.

 

San Telmo es su lugar. Ahí, en una de las tantas fachadas antiguas que día a día se imponen ante la modernidad, Pallarols encuentra su refugio. La puerta pesada y la escalera cuidada son la antesala de un espacio en el que el orfebre (7ma generación de este loable oficio) convive con el arte, las antigüedades y otras cotidianeidades como el fútbol. Es que tal como él proclamó en diversas notas a lo largo de los años, la elección sigue siendo la misma: "El mundo es hermoso pero me quedo con San Telmo. Siento que está hecho a mi medida, puedo compartir con el barrio cada metro, cada vereda, cada cuadra". Allí está asentado entonces su museo-taller, donde vive y trabaja, y de donde han salido creaciones tan famosas como la rosa de plata para Lady Di, el bastón presidencial de Alfonsín o el escudo argentino del Bicentenario.

Pero la historia de Juan Carlos Pallarols no sólo se escribe en este barrio porteño. Antes, mucho antes, sus antepasados comenzaron a recorrer el camino de la orfebrería en Barcelona, España. "Antiguamente todas las familias manejaban oficios, y a partir de 1750 mi chozno se dedicó a la platería", evoca el gran orfebre. A él le seguiría un tatarabuelo que trabajaría algunos años en Argentina para juntar dinero, un bisabuelo que continuó haciéndose cargo de la empresa en España y un abuelo que, frente a la mala situación europea, optó por asentarse finalmente en el país. Para entonces, el padre de Pallarols era un chico que comenzaba a estudiar Bellas Artes y a ayudar en el negocio familiar, colaborando en distintas obras. Para cuando conoció a la mujer de su vida y tuvo edad suficiente para casarse, sobrevino la Guerra Civil Española y posteriormente la Segunda Guerra Mundial, por lo que la decisión de quedarse en el país fue unánime. Para el fin de la guerra, Pallarols padre ya tenía 8 hijos y un prolífico taller en funcionamiento. Fue por eso que en 1952 le fue encargado el monumento de Eva Perón, recién fallecida. Pero cuando en 1955 asumió el gobierno militar y entró en vigencia la Ley de Desperonización, que obligaba a eliminar todo aquello que tuviera signo peronista, le fue encomendado destruir el trabajo realizado. "Mi papá lo hace asumiendo todos los gastos, porque no quería hacerle juicio a un país que le había abierto las puertas y le había permitido criar a sus hijos, pero termina en la ruina económica total", relata Juan Carlos. Tras esto, su padre se enferma y muere, legándole a él la responsabilidad total de la empresa.


Hoy, consultado acerca del secreto de cómo se hace para mantener un oficio tan delicado a lo largo de tantos años y cambios históricos, Pallarols suspira. "Lo complicado es hoy", apunta, "cada vez se hace más difícil que sigan mis nietos". Según el orfebre, los valores han cambiado y la pasión por el oficio está en extinción. Y en una actividad que "se hace de alma o no se hace", es importante tener en claro que la felicidad no está en la cantidad de dólares o euros recibidos, sino en el logro personal que el trabajo implique. De hecho, Pallarols ha repetido en varias oportunidades que no tiene claro el día que dejó de jugar y comenzó realmente a trabajar, referencia directa a la fuerza de su amor por el oficio. "Esto es como cuando uno era chico y jugaba al balero por el café con leche o el chocolate con vainillas. El objetivo real nunca era el premio. Del mismo modo, hoy tomo la vida como un juego, una empresa en la que tengo que vivir con dignidad y alegría de lo que yo sé hacer. Y creo que eso es lo que todas las empresas deberían hacer".

Es que basta remontarse a la historia para comprender que este maestro realmente aprendió sus dotes jugando. Según relata, la estrategia de su abuelo y su padre era tan simple como decirle "¡hoy vamos a hacer un autito!", y mediante una lata de conservas y un palo lograban crear el juguete. Así, casi sin darse cuenta, Juan Carlos fue aprendiendo a hacer bujes, a tornear, a cincelar, a remachar, a pintar, a grabar… Y para cuando comprendió que su trabajo no era sólo para decorar un estante sino para entregar a alguien más, la responsabilidad y la pasión se hicieron una. "Entendí que hay que llegar utilizando todos los medios posibles y nunca aflojando. Si yo hoy tengo un negocio en Nueva York y veo reyes y príncipes con frecuencia es porque nunca ahorré esfuerzos en mostrar mi trabajo, porque de eso estaba enamorado", ilustra. Por eso, para Pallarols el mejor consejo que se le podría dar a una empresa es tratar de descubrir la pasión que la mueve e involucrar en ella a todos los que trabajan allí. "Si estamos todos involucrados, desde el director hasta el último ayudante, la cosa va a andar bien. Las empresas van a andar bien y el mundo va a andar bien", asevera.

En sintonía con esto, uno de los mayores valores que hoy aplica en su taller y su trabajo es la importancia de estar cerca de la gente. Primero con su equipo de trabajo ("la obra que se hace acá es obra de todos", sostiene siempre) y luego con la sociedad en general, a la que en ocasiones permite participar en grandes obras como el escudo nacional o el bastón presidencial, dejando que cada persona aporte su propia cincelada (ver recuadro). En esos casos, suele llevar un libro donde cada uno puede dejar asentados sus recuerdos. "Cuando hice el cáliz del Papa, una mujer que participó me escribió Gracias Maestro, usted me llevó a Roma sin salir de la peatonal Sarmiento", evoca emocionado.

Hace un tiempo, en una entrevista que se le hizo para un documental, el orfebre dijo algo que sintetiza a la perfección su filosofía y deja entrever gran parte del porqué de su éxito: "Creo que lo que le da valor a mi trabajo es la interrelación entre la gente y yo; lo que me permite a mí meterme en el mundo de los demás y que los demás me dejen meterme un poquito en su mundo. La comunicación. Eso es lo interesante del trabajo. Lo demás es plata lustrada".

Pallarols

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